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miércoles, 10 de octubre de 2012

►ORACIÓN POR UN NIÑO ENFERMO



http://www.youtube.com/watch?v=yu82gExWqx8&feature=plcp

Señor, tú invitaste a los niños a venir hacia ti
para poder poner tus manos sobre ellos y para bendecirlos.
Te suplicamos que extiendas ahora tu mano sobre este (a) niño (a)
para aliviar su dolor, para librarlo (a) de todas sus dolencias.
Que tu misericordia le devuelva la salud del cuerpo y del alma, a fin de que,
con corazón agradecido, pueda siempre amarte y servir siempre a su prójimo.
Te lo pedimos a ti, que nos amas y vives por los siglos de los siglos.
Amén.

viernes, 30 de marzo de 2012

►El niño que cambió muchos corazones





El dolor ofrece al cristiano la ocasión de dar testimonio de su fe.
“Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”
El Evangelio del sufrimiento habla ante todo del sufrimiento “por Cristo”, “por Su causa”, “por Su nombre”. De igual manera, el hombre que descubre en los sufrimientos propios los sufrimientos de Cristo, les da contenido y significado.
Que este testimonio les sea de gran provecho espiritual.
Saludos y que Dios los bendiga a todos
Laura



¿Quién iba a pensar que el niño que movió tantos corazones en su país y en otros lugares iba a morir a los 11 años porque el suyo había dejado de latir? Es la historia de Felipe Cruzat, que nació el 27 de junio de 1997 en Santiago de Chile. En su corta vida nos enseñó muchas cosas: una gran amistad con Jesús y María, el valor de una familia unida a Dios, y cómo vivir alegre a pesar de los dolores físicos que le causaba su enfermedad. 

Felipe era un niño normal. Gonzalo, su padre, escribió el libro titulado “Felipe de Asís”, en el cual nos relata cómo era su hijo. Nos dice que «desde muy pequeño se destacó por su alegría y gran entusiasmo, demostrando un carácter muy especial: manso de espíritu, pureza de corazón, optimista, alegre, respetuoso, cariñoso y juguetón». Le gustaba mucho el fútbol y a la vez era muy espiritual: «me pedía todas las noches leer la Biblia, como si supiera que en ese libro sagrado estaba la única salida para su enfermedad». 

A los 6 años estaba jugando con sus primos en la playa y de repente corrió hacia el mar. Todos pensaron que era una de sus bromas, pero al verlo chocar con una persona y quedarse inconsciente, vieron que no era un juego. Después de unos minutos se despertó con algunos problemas de coordinación. De vuelta a la capital le llevaron al doctor y le diagnosticaron epilepsia. Al fin y al cabo no era tan grave. Pero al hacerle una resonancia magnética buscando el origen de su enfermedad, el neurólogo vio dos lesiones simétricas en la base de su cerebro, cosa que daba un futuro incierto para Felipe. 

Felipe se propuso aprovechar al máximo el tiempo que le quedaba de vida. Su padre dice que potenció todas sus virtudes, especialmente el optimismo, la simpatía y la solidaridad. La vida espiritual de la familia creció aún más, ofreciendo todos los rezos y misas por su recuperación.

A pesar de las medicinas, a inicios del año 2005 las convulsiones epilépticas volvieron a asustar a la familia Cruzat. Felipe repitió segundo de primaria a causa de la fuerte dosis de medicamentos que tomaba, pero él sólo se preocupaba de vivir de acuerdo a lo que aprendía de Jesús. «Todos son mis amigos, sólo que con algunos comparto más», fue su respuesta a quien le preguntó sobre quiénes eran sus mejores amigos. 

A inicios del año 2007 los médicos tuvieron que operarle de urgencia para ponerle un marcapasos. Pese al progresivo debilitamiento de Felipe, nunca se alejó de Dios. Su madre y los médicos recuerdan cómo se alteró al no sentir su escapulario cuando salió del pabellón y sólo se tranquilizó cuando su madre, Ignacia, le hizo ver que lo tenía atado a su muñeca.

En el año 2008 Felipe le dijo a su padre: «Papá, Jesús me va a dar un cuerpo nuevo, un cuerpo que no se enferma. No es un cuerpo de ángel, sino uno humano que no se enferma». Esto muestra la cercanía espiritual que tenía Felipe con Jesús.

A pesar de todos sus sufrimientos, Felipe siempre pensaba en los demás. Tenía maravillados a las enfermeras y a los doctores por su colaboración durante el tratamiento. Nunca se quejaba. También por su caridad y seguridad al hablarles sobre las Sagradas Escrituras. Además, ayudó a muchos compañeros de habitación que sufrían otras enfermedades a su lado. Un día, en la celebración familiar de Navidad, se empezó a sentir mal estando en la casa de sus primos. Le ofrecieron volver a casa, pero se negó porque iba a ser injusto con sus hermanos. 

Durante el periodo de su enfermedad, su familia estuvo muy cerca de los franciscanos y de los sacerdotes del colegio de Felipe: Sagrados Corazones de Manquehue. Muchos de ellos le visitaron en el hospital y Felipe se ponía muy contento por ello. El superior de ese tiempo de la orden franciscana, el P. Salgado, le dijo a su padre: «Felipe es realmente un hermano franciscano». Muchos se sorprendieron cuando Felipe dijo que a partir del 27 de febrero del año 2009, Fray Andresito, un sacerdote franciscano que murió en el año 1854, le visitaba a veces por las noches. 

En el año 2009 era evidente que Felipe necesitaba un nuevo corazón. Él era muy consciente de lo que le pasaba. Su madre le dijo un día: «Yo te daré mi corazón». Felipe respondió: «¡Ni loco, mamá, prefiero morirme!».

Así comenzó una gran campaña televisiva pidiendo un corazón para Felipe. Pasaron 14 semanas de angustia donde la salud de Felipe iba empeorando y no aparecían los donantes. Gracias a Dios se abrió una nueva ventana y se pensó en ponerle un corazón artificial. Felipe le dijo a su madre: «Mamá, ten fuerza; pero acá se hará la voluntad de Dios, no la nuestra». 

Tras una larga operación, el 20 de marzo del año 2009, le pusieron el corazón artificial. Su cuerpo reaccionó bien y lentamente se fue recuperando. Pero el día 3 de abril del mismo año, primer viernes de mes, a las 15:00 hrs., pasó algo inesperado: una hemorragia irremediable trajo la muerte de Felipe. Con esto, muchas personas se unieron en oración y fueron dejando muestras de cariño a sus familiares. Todos ellos expresaban estar conmovidos por el ejemplo que les dejó.

Fue enterrado el día 5 de abril, con la cruz Tau (la cruz de los franciscanos) sobre el ataúd. Esa misma cruz apareció misteriosamente al día siguiente junto a su tumba. Su padre la tomó como un regalo de su hijo recordando lo último que le dijo Felipito antes de entrar a su última operación: «Papa, te quiero hasta el infinito». 

Via: Buenas noticias.org

viernes, 23 de marzo de 2012

► Eduardo Ortiz de Landázuri: un médico entre la vida y su propia muerte





Eduardo Ortiz de Landázuri nació en Segovia, en 1910, y murió -con fama de santidad- en Pamplona en 1984. En 1940 comenzó a trabajar como médico en la Clínica del profesor Jiménez Díaz; fue catedrático de Patología General de la Universidad de Granada desde 1946 hasta 1958. Fue sucesivamente Decano de la Facultad de Medicina y Vicerrector de aquella Universidad. En 1958 se trasladó a la Universidad de Navarra donde continuó desempeñando la cátedra de Patología y Clínica Médica. Fue Consejero del CSIC, Miembro, entre otras, de la Royal Society of Medicine del Reino Unido. Estaba en posesión de la Cruz de Sanidad, Placa de la Encomienda de Alfonso X el Sabio y Cruz del Mérito Civil de la República Federal de Alemania. Contaba con 200 publicaciones y unas 100 ponencias. Atendió a unos 500.000 enfermos en sus 50 años de profesional de la Medicina. 



Rosa María Echevarría, profesora de Ciencias de la Información, entrevistó a don Eduardo --así le llamaban sus colegas más jóvenes, alumnos, pacientes-- cuando ya la enfermedad mortal se había revelado; en aquel entonces presentaba así a su interlocutor: "Tiene los ojos don Eduardo llenos de futuro, futuros profundos y abiertos, recogidos en lo más hondo de su mirada. Cada día Don Eduardo se asoma a un mundo nuevo en esa apasionada aventura que es su vida, donde descubre inmensos horizontes y los va recorriendo despacio, mansamente, como el rigor de ese pensamiento tan lógico y tan humano del intelectual. Hay en su mirada un reto de alegre vida y es su vida un valiente reto al esfuerzo en una lucha tenaz y constante que parece ocultarse detrás de esa cordialísima sonrisa que tan bien conocen sus enfermos" (1). 



Después de una vida en contacto permanente con la enfermedad y con el dolor, Don Eduardo ha experimentado en su propia vida el inmenso valor del sufrimiento. 

--¿Qué se siente al dar ese largo paso que se recorre en tan breve tiempo, al pasar de médico a enfermo? 

--Una enfermedad es una cruz, eso es evidente. Por tanto, decir que no tiene importancia, me parece que sería ridículo y además no sería justo. La he llevado y la llevo con mucha paz. La enfermedad tiene dos aspectos diferentes. Uno, es la enfermedad en relación con los demás; y otro, el que se refiere a uno mismo. Como médico conozco muy bien... o conocía, la primera parte y, en este sentido, la experiencia que tengo es que el enfermo suele ser muy agradecido. Por una parte, uno se encuentra muy debilitado y por otra, ¡qué duda cabe!, sería injusto no decirlo, está esa proximidad de la muerte. Como es lógico, se siente más cerca la muerte cuando se está enfermo . En esta situación, toda la fuerza me la ha proporcionado el sentido sobrenatural de la vida. 

--¿Cómo es ese sentido sobrenatural que tiene el dolor para el Dr. Ortiz de Landázuri? 

--La enfermedad siempre nos enseña muchísimo. Creo que el que pasa la vida suavemente, sin ninguna enfermedad...; es indudable que Dios le dará otras posibilidades de acercarse a El, pero está claro que una de las vías para comprender mejor a Dios es la enfermedad. Es un camino que nos conduce a Dios. Entonces, los que mueren a causa de un accidente, ¿no han podido acercarse al Señor? Estoy seguro de que en tal caso Dios les dará otras oportunidades. Sin embargo, no me cabe duda de que la enfermedad es uno de los caminos más importantes para llegar al encuentro más profundo con Dios... Y, como es lógico, uno acaba agradeciéndolo. 

Don Eduardo -uno de los pioneros de la Clínica Universitaria de Navarra-, tenía muy grabado el espíritu del Fundador de aquella Universidad -Monseñor Escrivá, Fundador del Opus Dei-, y su amor apasionado a los enfermos: 

E.O. --Cuando le preguntaban al Fundador del Opus Dei cuáles eran las armas o las posibilidades que tenía para hacer la Obra que el Señor le había encomendado realizar en el mundo, solía contestar que contaba con el dolor de los enfermos y el buen humor. El Opus Dei nació en los barrios más pobres y en los ambientes más míseros de Madrid.


DE MEDICO A ENFERMO 

Inés Artajo, entrevistó para el Diario de Navarra a don Eduardo. Lo encontró y presentó "enfundado ya en su traje de calle, sin bata blanca, porque de médico se ha convertido en enfermo, y de los de diagnóstico irreversible: enfermo de cáncer, un mal con el que convivía desde hacía meses" (2) 

Don Eduardo -seguimos ahora con Inés Artajo- ha diagnosticado miles de enfermedades mortales, ha expresado miles de veredictos finales. Sabe que va a morir. Pero no como lo sabemos todos, ignorantes del cuándo y del cómo: conoce su plazo. Sin embargo dice que no sufre -"decir que no me asusta me parece una vanidad"-, que lo afronta con serenidad y paciencia. En su rostro no hay miedo. Recorre la senda de la esperanza. 

E.O.--Fe, la he tenido siempre y pido a Dios que ahora, cuando más la necesito, no me la quite. 


EXPRIMIR LA VIDA "COMO UN LIMON" 

Con su cáncer y su fe a cuestas, considera que la muerte, enemiga y compañera de tantos años de ejercicio de la profesión, no es tan terrible cuando le toca a uno mismo. Y dice que aunque le gustaría vivir cinco años más, acata y agradece la voluntad de Dios, en quien siempre ha creído y confiado. Sigue trabajando en la aventura universitaria como puede y puede mucho, porque su espíritu vive a tope. Confiesa que su deseo es "exprimir el limón", su vida, hasta la última gota, sirviendo a su familia, a los demás, a la Ciencia, en definitiva a Dios y a todas las gentes. 

Era en 1958 cuando -médico ya famoso, catedrático y vicerrector de la Universidad de Granada, casado y padre de 7 hijos-, cambió su forma de vida y su economía para asentarse en Pamplona. Dejaba atrás una merecida fama de eminencia médica y un futuro humanamente brillante y bien acomodado. 

E.O. --Entonces ganaba mucho dinero -dice sencillamente don Eduardo-, pude hacerme rico. Pero dejé aquello, porque cuando se tiene todo, no se tiene ya ilusión por nada. Ahora veo que de haber seguido en Granada hubiera acabado por hacer lo de otros acaudalados: comprar un cortijo y unos olivos. Aquí, en Pamplona, sólo había ilusión y pocos medios para levantar una Facultad de Medicina recién inaugurada, y para crear una clínica universitaria. 

Pero el Gran Canciller y Fundador de aquella Universidad - Monseñor Escrivá, Fundador del Opus Dei- confiaba en él como uno de los pioneros, firme e incombustibles ante las dificultades. Don Eduardo, rechazó la posibilidad de abrir una consulta en la calle Carlos III, foco seguro de fama y dinero; y pidió un pequeño consultorio en la Facultad de Medicina. El poco dinero que ha tenido lo ha empleado ahora en pisos para sus hijos. Guarda una pequeña cantidad para que su familia -"si los impuestos le dejan..."- haga frente a la vida cuando a él le llegue la muerte. 


NO ES TAN TERRIBLE LA MUERTE 

El internista eminente, el testigo de muchas agonías y marchas hacia la otra orilla del vivir, afirma que la muerte, en general y salvo las aparatosas e inesperadas, no son tan duras como la gente cree. Dice que si alguien muere en plena vida, el desenlace es súbito y apenas se entera la persona de su marcha. A una preagonía tormentosa sigue después una muerte dulce, porque él lo ha visto: a medida que el final se acerca, el cerebro pierde la sensibilidad fisiológica y la agonía, ya de por sí, trae el estado de hipoestesia: 

E.O. --La propia muerte se encarga de no ser tan dura como nos parece. Un enfermo que va a morir quizá no sufra tanto como los familiares que le rodean, porque cuando se llega a ese trance final, el enfermo no es que se desentienda de lo que le rodea, sino que entra en una zona de nadie en la que se encuentra a sí mismo. Y ese encontrarse, unido al instinto de conservación, le permite afrontar la situación con más paz. 

Esa paz que don Eduardo ha encontrado tantas veces en sus pacientes, le ha servido para inclinarse siempre por el camino de la verdad con el enfermo, para que afronte con dignidad su destino y lo que pueda conllevar: 

E.O. --No me ha gustado esforzarme por disimular las enfermedades mortales, sino que he preferido esforzarme por salvar vidas y, cuando no podía, en respetar la dignidad del enfermo que tiene derecho a saber qué pasa en su cuerpo, por qué se le opera, qué pasa con su vida. Decir la verdad a un enfermo siempre traerá más confianza hacia quien lo cuida y vela por él; sabe que además de su instinto de conservación, cuenta con otra persona que lucha por su vida. También es necesario este modo de proceder para que cada uno, con su libertad, opte por el camino que crea más conveniente en unas horas que puedan ser las últimas. Unos quieren tomar determinaciones humanas, otros quieren ponerse a bien con Dios, otros no hacen nada. Pero aún así, tienen derecho a saber que su vida se acaba. 

Don Eduardo no es amigo de las palabras descarnadas, duras, sino de la verdad dicha con caridad, con cariño y consideración. 

E.O. --El final se acepta con serenidad, porque la grandeza humana es mayor de lo que la gente cree. Por eso, si es por miedo a la reacción del enfermo, que nadie, por falsos respetos, tenga temor a que se le administren los últimos sacramentos. No me meto en que no se los den por falta de fe. Eso, allá ellos; pero que no sea por miedo a que la impresión acelere la muerte. Nunca he visto que aceleren la muerte, antes al contrario: los sacramentos dan al enfermo más tranquilidad y más paz. Por lo demás, en la persona nunca se agota el instinto de conservación. 

Eduardo Ortiz de Landázuri ha atendido -se calcula- unos 500.000 enfermos. ¡Cuántas curaciones, cuántas alegrías a lo largo de su vida! 


LA EUTANASIA, ESA BRUTALIDAD 

--¿Qué piensa Ortiz de Landázuri de la eutanasia? 

--Me desgarra el alma pensar que se va a implantar la eutanasia. ¿Quién es dueño de la vida para matar al enfermo o al no nacido?. Tampoco soy partidario de mantener vidas artificiales, como cuando el cuerpo sigue en este mundo sólo por su conexión a máquinas sofisticadas. Eso no se puede hacer: la muerte no es tan indigna como para no ser aceptada en su momento. 

También, por dignidad, Ortiz de Landázuri entiende que, cuando no hay medios técnicos que los curen en los hospitales, los enfermos están mejor en sus casas, con su gente. Eso sí, siempre que esa vida no pueda agarrarse al mundo en un hospital. 

Don Eduardo aprendió a reconocer en sus últimos meses de vida el rostro de la que sería su muerte. No conoce la hora ni el lugar, pero vislumbra ya el modo, todas aquellas incógnitas que a la mayor parte de los hombres les impide ver con claridad el fin hacia el cual, cada minuto, cada hora y cada día, avanzan. Aunque advierte: 

E.O. --No sé tanto sobre ella, los tumores son tan distintos... Y la metástasis quizá me coja el cerebro, el hígado, o no sé dónde. Lo que preveo -y lo digo sin tristeza- es que pronto me tocará morir. 

Él fue quien vio primero las placas de su cuerpo y descubrió la existencia de un tumor. Fue el primero también en saber que necesitaba pasar por un quirófano cuando una biopsia le confirmó que el tumor que crecía era cancerigeno. Ahora agradece que los médicos hayan sido, como él les enseñó: veraces, claros también con él. 


ACEPTAR LA VOLUNTAD DE DIOS 

E.O. --La noticia de mi enfermedad irreversible la recibí tranquilo, aunque no me la sospechaba. Es tan misterioso el nacimiento y el desarrollo de un cáncer, tan distinta su evolución... En mi familia causó dolor, pero todos acogimos el descubrimiento con paz. Un diagnóstico irreversible te enseña muchas cosas. Te hace ver, como yo siempre he creído, que la ciencia y la fe están juntas y que unidas dan mucho más fruto. Y también comprendes que la muerte no tiene tanta importancia, sobre todo cuando le toca a uno. Claro es que no puede decirse que no tiene ninguna importancia, pero hay que aceptarla con serenidad. Dicen que Dios da conformidad y es cierto. Ahora me he hecho a la idea de que voy a faltar del mundo y no voy a negar que preferiría pasar ese trance sin dolor. Acepto, sin embargo, lo que Dios quiera darme. Tengo fe en él y ahora, lo que más le pido, es que esta fe que siempre me ha acompañado no me abandone en mi hora final, cuando más la necesito. Me gustaría que a mi familia no le faltara nada cuando yo me vaya... 

Ahora habla don Eduardo a los suyos acerca del lugar a donde irá. Primero, a la tierra: 

E.O. --Me da igual una sepultura, un nicho o la fosa común. Ni tengo dinero ni vanidad para ocupar un panteón. 

Y después, al lugar donde siempre ha querido ir: 

E.O. --Eso es lo único que de verdad me preocupa. Quiero ir al Cielo. Sí, creo en el cielo. El lugar donde gozaré de la contemplación de Dios. ¿Cómo? Mi mente es demasiado limitada para entenderlo y explicarlo. Pero allí quiero ir. 

Don Eduardo cree también que el Infierno "desgraciadamente existe"; y el Purgatorio. Espera, dice, que al final pesen más sus trabajos buenos, la santificación que ha procurado de su trabajo profesional y de sus deberes de cristiano, atendiendo y curando enfermos, que los errores humanos y profesionales que ha podido tener. 

E.O. --He intentado pasar por la vida haciendo el bien que he podido. Lo he intentado, pero no quiero que me digan que lo he conseguido, porque me asusta mi posible vanidad. Quiero ir al cielo y allí no hay sitio para los vanidosos. 

Eduardo Ortiz de Landázuri aprendió a convivir con aquel monstruo interior que un día del año 1984 devoraría su cuerpo. Uno de sus libros de cabecera era "Camino"; en sus palabras nos ha parecido escuchar el eco del punto 739: "No tengas miedo a la muerte. -Acéptala, desde ahora, generosamente..., cuando Dios quiera..., como Dios quiera..., donde Dios quiera. No lo dudes: vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo que más convenga..., enviada por tu Padre-Dios. -¡Bienvenida sea nuestra hermana la muerte! (3) 


Adaptación de J. BALVEY 


(1) Cfr. ROSA MARIA ECHEVARRIA, Amar apasionadamente la Universidad, Nuestro Tiempo, junio-julio 1984, pp. 4 y ss. 
(2) Cfr. INES ARTAJO, en Diario de Navarra, 13-XI-1983. 
(3) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 739. 
(4) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 1001. 
(5) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Forja, n. 1037. 
(6) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 738. 
(7) JOSEMARIA ESCRIVA DE BALAGUER, Fundador del Opus Dei, HOJA INFORMATIVA, nº 1. Madrid, mayo 1976, pág.5. 




Tomado de http://www.arvo.net

jueves, 26 de enero de 2012

►ORACIONES EN LA ENFERMEDAD

Cliquea sobre cada oración para ver a tamaño mayor.
El Señor te bendiga y guarde con bien siempre.








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CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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