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lunes, 25 de febrero de 2013

►Jack Nicholson contra el aborto

A los testimonios de los que no son figuras públicas pocos los atienden y nadie los aplaude, asi que voy a compartirles hoy aquí los casos de algunos famosos que se oponen al aborto.
Conozcamos, difundamos.
Gracias forum Libertas por la nota.
Un saludo para todos
Laura






El actor Jack Nicholson ha decidido hacer una firme apuesta por la vida al entrar de lleno en el debate sobre el aborto con unas declaraciones que han causado sorpresa en Hollywood.


El interprete de películas tan conocidas como Alguien voló sobre el nido del cuco (1975), El cartero siempre llama dos veces (1981), El honor de los Prizzi (1985), Algunos hombres buenos (1992) o Mejor... imposible (1997), no ha dudado en contar la historia del porqué decide ahora defender al no nacido.

En declaraciones a distintos medios de Estados Unidos, Nicholson contó que su madre le concibió cuando era tan sólo una adolescente. Y, a pesar de recibir numerosas presiones para que abortara, ella decidió seguir adelante y tener al bebé, al que más tarde se llamaría Jack.

"Estaría muerto, no existiría"

Por todo ello, el actor señaló que está decididamente contra el aborto y que además no podría asumir otra postura porque sería "hipócrita", ya que si su madre hubiera aceptado elaborto, "estaría muerto, no existiría".

De hecho, nacido en 1936, Nicholson creció creyendo que su abuela era su madre, y consideraba como su hermana a quien era en realidad su madre. El actor descubrió toda la verdad ya en 1974.

En este sentido, el premiado actor dijo que "soy contrario a mi distrito electoral en el tema del aborto, porque estoy positivamente en contra. No tengo derecho a cualquier otro punto de vista. Mi única emoción es gratitud, literalmente, por mi vida".


Nicholson es el actor con el record de nominaciones al Oscar, y ha ganado tres veces ese premio, tres veces el premio BAFTA y siete veces el Globo de Oro.


Otros famosos contra el aborto




El caso de Jack Nicholson no es el único entre los personajes importantes del mundo del cine y famosos que se han manifestado contra el aborto.

El actor y católico Jim Caviezel, que interpretó a Jesús en La Pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson, aseguró al Catholic Digest, en 2009, que "no amo mi carrera tanto como para decir ‘me voy a quedar callado sobre esto’", refiriéndose al aborto. "Estoy defendiendo a cada bebé que no ha nacido", señaló.

Y el veterano actor católico Martin Sheen ha expresado repetidamente su oposición al aborto.
En una entrevista en 2011, Sheen admitió además que su esposa, Janet, fue concebida por una violación, por lo que, señaló, si su madre la hubiera abortado o tirado en un río, como llegó a pensar, él no la hubiera conocido.

Por otra parte, en un video difundido en YouTube, el tenor italiano Andrea Bocelli reveló la historia de su nacimiento y elogió a su madre por no abortarlo tras saber que nacería con una discapacidad.

En el video, titulado "Andrea Bocelli cuenta una ‘pequeña historia’ sobre el aborto", el tenor contó que su madre embarazada fue hospitalizada por "un simple ataque de apendicitis" pero los médicos, al terminar los tratamientos, le sugirieron abortar porque "el bebé nacería con alguna discapacidad".

"Esta valiente joven esposa decidió no abortar, y el niño nació. Esa mujer era mi madre, y yo era el niño. Tal vez estoy parcializado, pero puedo decir que la decisión fue correcta", aseguró Bocelli, que padece glaucoma congénito y perdió la vista a los 12 años, por un golpe en la cabeza jugando fútbol.

El músico adolescente Justin Bieber también ha manifestado su rechazo al aborto. En una entrevista a la revista Rolling Stone, Bieber aseguró que "realmente no creo en el aborto", pues "es matar a un bebé".

La madre de Justin Bieber, Pattie Malette, se involucró recientemente en la causa pro vida al producir el cortometraje Crescendo contra el aborto y a favor de la vida. Pattie tuvo una adolescencia difícil, involucrada en el mundo de las drogas y el alcohol, e intentó suicidarse a los 17 años, antes de convertirse al cristianismo.

Con su cortometraje, dijo, busca alentar a "las jóvenes mujeres de todo el mundo, como yo, para que sepan que tienen un lugar donde ir, gente que les cuidará y un hogar seguro donde vivir si quedan embarazadas y creen que no hay lugar adonde acudir".


Via: http://www.forumlibertas.com


Este blog y canal asociados cuentan con la aprobación y

certificación de Catholic.net




jueves, 8 de noviembre de 2012

►Dolor por el no nacido




Leo en un blog digital la impactante afirmación de Carmen: 

«Yo aborté dos veces, a los 19 y a los 21. Hoy en día me arrepiento. 
• Voy a ser madre y tengo miedo que ahora sea Dios quien me quite este bebé. Me arrepiento por lo que hice, porque no quitas una vida, te quitas tú una parte de tu vida… No lo hagan». 
• En Australia, el Consejo Nacional de Investigación Médica y Salud, exige la utilización de analgésicos para los fetos de animales.
 •Hoy se pueden observar las reacciones del nonato ante las sensaciones de dolor y de miedo.
 • No hace mucho, la prestigiosa revista médica The Lancet reveló que, en los fetos, se producen reacciones hormonales de stress, por lo que se recomienda la utilización de analgésicos cuando se les practica la cirugía. 
• También la recomiendan los asesores científicos del Consejo Médico Federal de Alemania. Hay estudios que fijan la percepción del dolor en el feto a partir de las diez semanas, siendo desde las veinticuatro más intenso aún que en un adulto. ¿Por qué no se lo explican a las madres en las clínicas abortivas? Extraído de una carta a Alfa y Omega

Fuete: Aquí

jueves, 17 de mayo de 2012

►TESTIMONIO DE EX ABORTISTAS


COBARDES, ASESINOS, ANTIVIDA
LOS PRO-VIDA PENSAMOS EN LA MUJER Y EN SU HIJO, PORQUE NO ABANDONAMOS A LA MUJER QUE PIDE AYUDA... LE OFRECEMOS ALTERNATIVAS CONCRETAS QUE LE AYUDARÁN A SALIR ADELANTE CON SU VIDA Y LA DEL HIJO. EN CAMBIO LOS ANTI-VIDA MATAN EL HIJO, LA UNICA SALIDA POSIBLE PARA SU MUNDO DE MUERTE, Y LE DEJAN TIRADA A LA MUJER A SU SUERTE EN UNA CAMA DE ABORTORIO U HOSPITAL, SI NO SE MUERE DESANGRADA, Y NUNCA MAS LE VEN LA CARA, COBRAN LA SUNTUOSA SUMA DE DINERO DE SANGRE Y TODO ESTA LISTO PARA EL BOLSILLO, LO ÚNICO QUE LES IMPORTA, LUEGO NEGARÁN HABERLE VISTO ALGUNA VEZ.
A TRAVÉS DE ESTE TESTIMONIO QUE A CONTINUACIÓN LES COMPARTO PODRÁN DARSE CUENTA DEL OSCURO MUNDO QUE ENCIERRA EL ABORTO. LOS MÉDICOS ABORTISTAS O MÉDICOS DE LA MUERTE HAN OLVIDADO QUE HICIERON UN JURAMENTO HIPOCRÁTICO DONDE DECÍAN QUE NUNCA HARÍAN NADA QUE ATENTE CONTRA LA VIDA DE UN NO NACIDO. LA CONCIENCIA ES NUESTRO JUEZ, Y NADIE PUEDE GANARLE.
DIOS LOS BENDIGA
GRACIAS POR SU INTERÉS EN DEFENDER LA VIDA DE TODO SER HUMANO


miércoles, 28 de marzo de 2012

►Esther, Ángela y Fabi, decididas a abortar por difíciles circunstancias, optan por tener a sus hijos

28 de marzo de 2012.- Esther Aranda de 38 años, Ángela Prieto  de 21 -junto a su esposo Sergio Ortiz, de la misma edad- y Fabi Lorena de 23, comparten ante las cámaras del programa “El Gato al Agua de Intereconomía Tv las difíciles circunstancias que las llevaron a decidirse por el aborto: la separación con el padre del bebé, la falta de trabajo y de ingresos económicos y hasta la presión de los familiares y amigos, en incluso de la propia madre de una de ellas. Al final las tres decidieron seguir con sus embarazos.

Todas coinciden en la valiosa ayuda que recibieron de la organización Red Madre que ayuda a mujeres en situaciones difíciles que han decidido abortar. "Ahora Red Madre es como nuestra segunda familia", dice Sergio, esposo de Ángela, al narrar el invalorable apoyo que reciben de la asociación. "Traer a un niño a esta vida es lo más bello que hay en el mundo, la mejor sensación que existe"afirma Esther. "Mi madre me animó a abortar, eso fue muy duro..." cuenta Ángela, madre de dos gemelas. "Ahora estamos felices con nuestros tres hijos y no nos arrepentimos. Ahora que los miramos estamos felices..." constata Fabi.

Los cuatro testimonios participaron en el programa "El gato al agua" emitido el pasado 23 de marzo, víspera de la celebración del Día Internacional de la Vida, que movilizó en España a miles de personas bajo el lema "Sí a la vida".





lunes, 26 de marzo de 2012

►La verdad tras el aborto



Cortesía de Vida Humana Internacional


Lo que sigue es una parte del "script" (versión al español) del video "Abortion: The Inside Story". El tema de este video es un encuentro organizado en 1995 por el Chicago Pro-Life Action League (Liga de Acción pro vida de Chicago), con ex-abortistas. Las espeluznantes historias que cuentan estos ex-proveedores de abortos legales en EE.UU. muestran la realidad: que el aborto daña tanto a la criatura por nacer como a su madre. También demuestran que legalizar el aborto no lo hace un procedimiento "seguro" e "Inocuo".

Narrador: Joe Scheidler y la Liga de Acción en Favor de la Vida continúan proporcionando un foro para individuos de todo el país, que han estado asociados con la industria del aborto. Algunas de estas mujeres han estado involucradas activamente con la organización abortista Paternidad Planificada y con la Organización Nacional de Mujeres, y algunas administraron clínicas de abortos. Las condiciones en las que se hacen los abortos, según ellas, no serían toleradas en ninguna otra práctica médica. Como verán en este programa, es fácil encontrar negligencia criminal que resulta en daño físico y en la muerte de las pacientes en las llamadas "clínicas seguras de aborto legal".

Judith Fetrow: El aborto supuestamente libera a las mujeres. Esta es una de las mentiras más grandes del movimiento feminista: que para ser mujeres libres, debemos ser copias de los hombres y no debemos tener útero. Que matar niños significa salvarlos y que las mujeres están más seguras y son más autónomas y más capaces de cuidarse y protegerse, si no tienen niños.

Joy Davis: Hace catorce años me ofrecieron empleo en una clínica de abortos en Birmingham, Alabama. Consideré que la oferta era muy buena y que además de ayudar a las mujeres, lucharía por una buena causa, así que acepté el puesto. Al poco tiempo de empezar a trabajar, me di cuenta que no estábamos allí para ayudar a las mujeres. Era un negocio para ganar dinero.

Hellen Pendley: Empecé a trabajar para una de las compañías más grandes del país; hoy en día todavía opera doce clínicas de aborto en los Estados Unidos. En la entrevista inicial me preguntaron: ¿Está usted a favor del derecho de decidir? ¡Claro que sí! respondí, aunque no había pensado mucho en ello. La segunda fue ¿le molesta el hecho de que esto sea un negocio? Dije que no porque tengo experiencia tanto en los negocios como en el campo médico. No había ninguna duda de que yo estaba allí para hacerles ganar dinero. Nadie me dijo: "Espero que usted esté a favor del aborto porque queremos que ayude a estas mujeres".

Joy Davis: Las condiciones de la clínica donde yo trabajaba eran muy malas. No había unidad de cuidados intensivos y la mayor parte del personal no estaba bien entrenado y no tenía experiencia médica. Nunca teníamos el mismo médico, porque rotaban continuamente. Uno de los médicos, Tommy Tucker, me dijo un día que quería abrir su propia clínica, para hacer bien las cosas y tener el mejor equipo posible y empleados muy bien preparados y entrenados. Quería emplear anestesistas para poder usar anestesia general y que las mujeres no sufrieran -porque en la clínica donde trabajábamos las mujeres sufrían mucho.

Hellen Pendley: Yo pensaba que como había trabajado en el campo de la medicina y estaba acostumbrada al ambiente estéril, podría aportar ese conocimiento a la industria del aborto, y hacer que la clínica proporcionara atención médica de calidad a las mujeres.

Joy Davis: Pensé que era una idea maravillosa, acepté su oferta y llegué a ser directora regional de seis clínicas de Aborto en Mississippí y Alabama. Teníamos el mejor equipo, y personal eficiente y bien entrenado, pero les mentíamos a las mujeres para poder ganar dinero. No veíamos muchas mujeres por día, para no tratarlas como ganado. Queríamos dedicarles tiempo y darles la clase de atención médica que necesitaban.

Hellen Pendley: Eso sonaba muy bien, pero en vez de cambiar yo a la industria del aborto, la industria me cambió a mí.

Joan Appleton: En cinco años que estuve ahí, no conocí ni un solo médico que practicara abortos por creer que era un derecho de la mujer. Eso no era lo más importante para ellos. No digo que no existan, pero yo en mi clínica no lo pude comprobar.

Joy Davis: A los pocos meses, su avaricia se impuso. Le parecía que no ganaba suficiente dinero, así que despidió a los anestesistas porque ganaban mucho. Después de unos pocos meses observando cómo anestesiaban a las pacientes, empezamos nosotras mismas a hacerlo. Sin tener ni idea de lo que hacíamos. Solo repitiendo lo que habíamos visto hacer. Más adelante despidieron a las enfermeras de la sala de recuperación; después al técnico de laboratorio y así sucesivamente.

Hellen Pendley: Lo primero que hice fue limpiar la clínica por fuera. Pero pronto me di cuenta de que no teníamos ningún equipo para revivir a una paciente en caso de emergencia. En el estado de Georgia, de donde soy, y donde dirigía esta clínica, estábamos regulados por el estado, pero éste no requería que tuviéramos equipos de resucitación médica, ni sala de recuperación equipada, a pesar de que practicábamos abortos con anestesia general.

Luhra Tivis: Es como una planta de ensamblaje. No requiere mucho capital. Probablemente el equipo más costoso que tiene es el de sonogramas.

Hellen Pendley: Pronto empecé a ver las cosas como las ven los abortistas, es decir, cuantos más abortos practiquemos, más dinero ganaremos..

Joy Davis: Comencé a entrevistar a personas que no tenían conocimientos médicos en absoluto para que hicieran trabajo de anestesistas, técnicos de laboratorio, enfermeras y hasta de médicos.

Dina Madsen: No se requería ningún tipo de conocimiento médico para el puesto, solo se necesitaba aceptar el aborto.

Joan Appleton: He detectado grandes diferencias entre las clínicas de aborto en cada estado. En la clínica de Falls Church, Virginia, donde yo era enfermera jefe, trabajábamos principalmente enfermeras y técnicas de laboratorio y no había otras empleadas, aparte de las secretarias. Después de mudarme a Minesota, encontré que en las clínicas independientes no había personal médico, aparte del médico que practica el aborto.

Joy Davis: Yo contraté y entrené gente de la calle sin conocimientos médicos. Veíamos aproximadamente 10 mujeres por día, pero eso no era suficiente. Empezamos a ver tantas como podíamos admitir en cada clínica. Pero como el médico no podía estar en todas partes, me entrenó a mí. Yo no estuve ni un día en una escuela de medicina, era solo una técnica de ultrasonido. Tenía experiencia de negocios, pero no sabía nada de medicina, excepto lo que durante años había visto hacer a los médicos. Entonces comencé a practicar abortos, cirugía, poner Norplants, criocirugía, Papanicolau y exámenes pélvicos. Hacía todo lo que él hacía y estaba orgullosa porque veía que lo hacía mejor que él. Todos los empleados decían: "Necesita ver a la Dra. Davis", porque pensaban que yo era mejor médico que él. Nunca tuve problemas con las pacientes. No tuve que hospitalizar a ninguna mujer; las de él, por el contrario, había que hospitalizarlas en condiciones muy críticas casi todos los meses, con histerectomías o tejidos retenidos. A sus pacientes les pasaban todo tipo de desgracias.

Judith Fetrow: Es difícil estar involucrada en la industria del aborto por un tiempo y seguir creyendo que es un procedimiento seguro. Aún con los mejores médicos, hay muchas complicaciones menores y a veces, mayores. Vi como el Dr. William Pierd le perforó el útero a una mujer y después le mintió acerca de la gravedad de la perforación.

Dina Madsen: Yo diría que más de la mitad las mujeres con las cuales trabajé se habían practicado varios abortos, y no dejaban que ninguno de los médicos las tocaran jamás; sin embargo, todos los días les decían a otras mujeres que eran unos médicos maravillosos, que no les iban a hacer ningún daño y que eran los mejores. A veces las mujeres les preguntaban: ¿Ustedes se han hecho algún aborto? Y ellas tenían que responder que sí, pero no con él.

Joy Davis: Me enorgullecía porque yo no tenía esos problemas. Mis pacientes me querían porque me tomaba mi tiempo y les daba mucho amor pero en realidad estaba arriesgando irresponsablemente sus vidas. De las miles de pacientes que vimos, no recuerdo ni un nombre, ni un cara. Me refería a ellas según lo que pagaban. Ese es un caso de cuatrocientos dólares, ese es un caso de cinco mil dólares. No las veía como personas, sólo como números.

Hellen Pedley: Si quiere saber la verdad nunca las vi como mujeres. Para mí, si eran tan estúpidas como para creer nuestras mentiras, se merecían exactamente lo que íbamos a hacerles; esa era la forma en que yo las trataba.

Dina Madsen: Debo admitir que no les tenía mucha lástima. Yo pensaba: -bueno, si se metió en éste problema, ahora aguántese.

Joy Davis: Un día una jovencita vino para un aborto tardío en el segundo trimestre. Nosotros poníamos fin a embarazos aún en su fase terminal. El doctor vino, le practicó el aborto mientras yo asistía con la sonografía y dejó la sala apenas terminó. Ella estaba todavía bajo anestesia general suministrada por una persona no profesional.

Hellen Pendley: A los médicos de nuestras clínicas no les importaban los pacientes, lo cual es común en todo el país. Los ginecólogos que trabajan en su práctica privada y venían a nuestra clínica cuando alguna de sus pacientes tenía complicaciones, me llamaban a mí. Pero yo no soy médico, ni estoy entrenada para evaluar problemas como hemorragias postquirúrgicas. No estoy capacitada para poder diagnosticar y recetar un tratamiento pero lo hice durante tres años porque me lo exigían . Cuando me llamaban después de cerrar la clínica y me decían: "tengo hemorragia; ¿qué hago?" ese era mi problema, no el del médico. Yo era la persona de guardia, quien recetaba las medicinas.

Joy Davis: La llevé al cuarto de recuperación, me quedé con ella e hice todo lo posible para estabilizarla, pero comenzó a sangrar mucho y no pude contener la hemorragia. Corrí a donde estaba el médico y le dije: "tiene que ayudarme, se está desangrando y no sé que hacer." El dijo: "examínela, averigüe porqué está sangrando y pare la hemorragia. Así de simple; estoy ocupado."

Judy Fetrow: La complicación más horrorosa que presencié fue la de una mujer que dejó de respirar durante el aborto. El Dr. Michael Sussman simplemente salió de la sala al terminar; a pesar de que le dije que la paciente no respiraba y me dejó sola con ella. Cuando el médico tuvo que regresar, ni siquiera siguió el procedimiento indicado para esa emergencia. Fue un milagro que la mujer no muriera.

Joy Davis: Yo hice todo lo que sabía, pero ella seguía sangrando. Llamé un ambulancia para llevarla al hospital, y cuando él lo supo se enfadó mucho, canceló la ambulancia y me dijo:"Yo soy el médico aquí y soy el que tomo las decisiones. No podemos enviar esta paciente al hospital en esa condición, nos lincharían. Trate de estabilizarla." 
Pero ya había sangre por todas partes. Salía a chorros y no podía pararla. Corrí a pedirle al doctor que me ayudara. Le dije:"si no me ayuda, se va a morir." El me contestó:"Bueno, llame a la ambulancia; yo tengo que tomar un avión", y se fue. Entonces llamé a la ambulancia, que tardó veinte minutos en llegar. Durante ese tiempo me dí cuenta que yo no era médico, y me asusté mucho de haber permitido que me pusieran en esa situación de tratar de salvar una vida, sin saber cómo hacerlo.

Lo otro que pasaba por mi mente era que el doctor ya no era mi héroe. El hizo que yo llegara a ganar 100.000 dólares al año, pero en ese momento me di cuenta de que realmente era un cobarde: se había ido cuando la paciente más lo necesitaba. Se la llevaron y me alegré, por haberme quitado esa responsabilidad y porque estaría en el hospital, con médicos que podrían encargarse de ella. Hasta que me llamaron del hospital para decirme que había muerto. Entonces empecé a tener pesadillas en las que veía su cara cada vez que cerraba los ojos. Me sentí tan culpable y tenía tanta rabia de que el hombre que yo había admirado fuera tan negligente que todo esto casi me destruyó. Después, el Consejo Médico pidió los informes de la paciente y él se atrevió a cambiarlos, para dar la impresión de que no había sido tan negligente. Me dio los informes originales del historial clínico de la paciente y me dijo que fuera al sótano a quemarlos inmediatamente, que no podíamos ir al juzgado así porque nos iban a linchar; que teníamos que ocultar lo que pasado. Pero no pude: metí los informes en mi maletín, porque sabía que no podría mentir para favorecerle en éste caso. No podía ocultar más lo que él había hecho.

Hellen Pendley: Teníamos un desmenuzador de papeles en mi oficina para que si venía un fiscal al día siguiente, no encontrara ningún informe médico.

Joy Davis: De modo que fuí al Consejo Médico y al Fiscal del Distrito y entregué toda la información acerca de la negligencia que habíamos cometido. Confesé haber practicado medicina sin licencia y suministré la evidencia. Me dijeron que querían que continuara siendo empleada de él, para seguir recopilando información y que este era un caso claro de homicidio por negligencia, pero querían saber más. Así que continué trabajando con el mismo médico y entregándoles información, pero pasaba el tiempo y no hacían nada al respecto. Un día, el Dr. Tucker regresó a Alabama, donde yo estaba en ese momento y me dijo que había tenido muchas dificultades en Mississippi. Me dijo que yo tendría que ir allí, para intentar calmar a los empleados, porque había problemas. Le pregunté qué había pasado Y me dijo: "Bueno, una joven vino por un aborto. Yo pensé que tenía 18 semanas de embarazo; pero resultó que estaba más cerca del término. Cuando le inserté la laminaria entró en parto y dio a luz un bebé vivo y saludable". ¿Y usted qué hizo? Y él me contestó: "qué podía yo hacer? Maté al bebé y todos los empleados están muy exaltados, de modo que usted debe ir a resolver eso."

Luhra Tivis: Una mujer llamó y dijo: "Estoy llamando por mi hija; quiero saber cómo se hace el procedimiento… y añadió: "¿Han tenido alguna vez algún bebé vivo?" Esa pregunta me sorprendió, porque nunca había pensado en esa posibilidad. De modo que pregunté a mi supervisora Elena lo que debía contestar. Elena me dijo: "Respóndale que aquí no hemos tenido ningún nacimiento vivo." Luego averigüé que era mentira.

Hellen Pendley: La vida o la muerte no significan nada en una clínica de abortos. Si no se respeta la vida del no nacido, ¿como y por qué se va a respetar la vida de la madre? Eso no sucede.



miércoles, 25 de enero de 2012

►Audrey Frank. Decana de las sobrevivientes del aborto

"Yo sobreviví a un aborto"






Los esposos Frank y Ana Kucharski, descendientes de inmigrantes polacos, vivían en Trenton, en el estado de Nueva Jersey -muy cerca de la costa Atlántica- en el marco de ese bienestar mesocrático -el "sueño americano"- que les permitía trabajar duro y vivir con las relativas comodidades que se puede permitir un padre "blue collar" -El término "cuello azul" que se utiliza para describir a los trabajadores manuales- que saca adelante una familia numerosa sin que la esposa tenga que dejar el hogar y los hijos.

Ana, a los 39 años, se consideraba una mujer realizada en su vida familiar: sus cinco hijos habían salido todos de la "edad difícil" y llevaban vidas bien encaminadas. Dora, la mayor, y Elliott, tenían 22 y 21 años respectivamente, y ya estaban trabajando o en el College siguiendo estudios superiores; mientras que Eugene, Lean y "Fred" -Alfred, el menor de todos- de 20, 19 y 18 años estaban ya encaminados respecto de sus intereses y se preparaban para salir de la escuela.

Ana consideraba que estaba cerca de concluir su ciclo de "madre", y que pronto podría dedicarse a disfrutar de aquellos años "en blanco" que transcurren entre el ser madre y ser abuela.

De pronto, sus planes se vieron interferidos por un suceso que Ana jamás hubiera esperado: estaba embarazada. ¡A punto de cumplir 40!

Tras los primeros momentos de desconcierto, siguieron el temor y la duda… y para resolverlos, decidió buscar a sus amigas más cercanas para decidir qué hacer.

Una de ellas la más influyente sobre su ánimo y ciertamente la más decidida, no se anduvo con rodeos: "Ana tienes que olvidarte de esto", le dijo, y le propuso enfáticamente, insistentemente, que debía procurarse un aborto -entonces ilegal en Estados Unidos- porque con cinco hijos ya mayores y a su edad, simplemente se vería "ridícula" con un nuevo bebé.

Era 1952, 22 años antes que la Corte Suprema norteamericana convirtiera el aborto en un derecho constitucional. Por eso, para evitarse los riesgos legales de exponerse a buscar un médico dispuesto a practicar abortos "por lo bajo" -de los que no faltaban-, la "amiga" le enseñó a Ana un método casero para que pudiera hacerlo en casa.

Ana estaba temerosa e insegura. Por un lado, sus convicciones le decían que abortar estaba mal. Además, como madre de cinco hijos, no se imaginaba a sí misma como una de "esas" que abortan. Sin embargo, por otro lado, un bebé no estaba para nada en sus planes, y psicológicamente consideraba que ya había concluido con la exigente etapa de acompañar el crecimiento de una criatura. El argumento del "ridículo" de una mujer mayor con un bebé no pesaba tanto, pero ciertamente se sumaba en la lista de argumentos a favor del aborto.

Por la inseguridad y la duda, Ana pospuso la decisión hasta que ya tenía tres meses de embarazo. Entonces, la balanza en su mente -presionada por las insistencias de su "amiga"- se inclinó contra la vida y a favor de la idea del aborto.

Así, un día de junio, Ana se encerró, con la parafernalia recetada por la amiga para acabar con su embarazo, en un baño de la casa que de pronto se le hizo enorme y frío. Paradójicamente, aquel día escogido por Ana para abortar, era el cumpleaños de su hijo Elliott. En el día en que celebraba un año más de vida de uno de sus hijos, Ana decidía acabar con otro.

Conociendo la verdad

A los 8 años, Audrey era una niña tranquila y relativamente normal, aunque con algunos miedos secretos. Poco después de cumplir tres años, en 1955, su hermano Elliott, entonces de 27 años, murió trágicamente. Pese al evidente dolor, la desaparición del querido hermano mayor no parecía haber dejado una secuela grave en la niña. Por el contrario, a esa edad, Audrey se mostraba contenta con su cambio de una escuela pública a una privada, donde había conocido a nuevos amigos, y donde el ambiente hacía todo más llevadero y gentil.

Sin embargo, pese al transcurso normal de su vida en la mayoría de aspectos, una sombra alteraba su vida infantil: la pesadilla recurrente de estar huyendo y no encontrar salida, excepto una, a través de una ventana. Pero en esa ventana había un enorme cuchillo esperándola y pese a que su madre estaba cerca, no hacía nada al respecto.

Además de la pesadilla, Ana había notado que Audrey se resistía a dormir de otra forma que no fuera en posición fetal, acurrucada hasta la tensión, y siempre en el extremo inferior de la cama, como si el lecho fuera un lugar peligroso, o aguardara un peligro inminente. No importaba cómo la acostaran ni cómo la dejaran durmiendo después de contarle los cuentos de noche, la pequeña Audrey siempre aparecía en la misma, tensa posición protectiva que tanto inquietaba a sus padres.

"Nací prematuramente, un 21 de diciembre, cuando estaba previsto que naciera un 21 de enero; pero vine al mundo sin ningún problema médico, físicamente fui siempre una persona sana y lo sigo siendo ahora", cuenta Audrey. "Creo que el daño fue más bien emocional, al ver a mi madre sufrir tanto desde pequeña".

En efecto, Audrey no había conocido a la mujer jovial y enérgica de la que hablaban sus hermanos mayores. Para ella, su madre era una mujer triste, que lloraba con frecuencia, sin ella saber por qué.

Y fue justamente a los ocho años cuando Audrey, regresando un día de la escuela -estaba en tercer grado- encontró en casa un clima serio, casi solemne. Papá y mamá estaban en la sala y le dijeron que tenían algo que contarle.

Así recuerda Audrey ese duro y revelador momento.

"Mis padres estaban allí sentados, me dijeron que tenían algo que contarme y que me explicarían la razón de mis pesadillas y mi forma de dormir. Todos los días, cuando mi madre iba a verme dormir, no importaba cuánto ella tratara de que me enderezara o me pusiera al centro de la cama, siempre me encontraba de esa manera en la mañana. Decidió entonces decirme lo que a ella le torturaba cada día, y especialmente cada vez que me veía en esa posición: que ella había intentado abortarme".

La niña apenas entendía lo que eso significaba. Comprendía claro, que el aborto era matar a alguien pequeñito; pero matar no era una idea asociada con lo que hace una mamá, y menos con sus hijos. Sin embargo, a pesar del desconcierto, la pequeña Audrey decidió seguir escuchando, sobre todo porque entendía que lo que le estaban tratando de comunicar era más importante para su madre que para ella misma.

"Luego, -sigue Audrey- mi madre comenzó a contarme la historia de su embarazo a los 40 años y lo que le dijo su amiga, luego que ella confesara su horror frente a la idea de no poder 'vivir la vida', hacer viajes, tener un coche...y todas esas cosas. Me contó luego que le habían enseñado una técnica 'vieja y segura' y que el día 24 de junio, en el día del cumpleaños de mi hermano mayor, ella abortó en un baño de la casa."

Hasta allí, Audrey difícilmente podía comprender qué tenía que ver ella con la historia y qué relación tenía todo esto con su curiosa forma de dormir y con las terribles pesadillas que la desvelaban con frecuencia. Pero decidió seguir escuchando el tenso relato que su madre describía ante su padre silencioso.
wwww.aceprensa.com

jueves, 12 de enero de 2012

►Yo sobreviví a un aborto -Libro



Historias de mujeres que habían sido condenadas a morir antes de nacer y sobrevivieron a los abortos practicados a sus madres hablan sin resentimientos, con ánimo de reconciliación. 

Alejandro Bermúdez, Editorial Planeta – Colección Testimonio





El libro, escrito por Alejandro Bermúdez, se han recogido los testimonios de cuatro mujeres estadounidenses que salieron airosas de una batalla contra la muerte cuando se encontraban en el vientre de su madre. 

Se presentan por primera vez los testimonios de cuatro protagonistas directos del aborto: Gianna Jessen, Sarah Smith, Audrey Frank y Bridget Hooker. 

Según Alex Rosal, director de la colección Planeta+Testimonio, «sus testimonios no poseen la más mínima nota de resentimiento, amargura o prejuicio contra nadie. Son más bien un alegato en favor del perdón, la reconciliación, la perseverancia y la alegría de vivir». 

El libro se divide en cuatro capítulos, cada uno de los cuales narra la historia de una las protagonistas. La primera parte está dedicada a Gianna Jessen, cuya madre hace 23 años se sometió a un aborto por inyección salina, procedimiento que causa la muerte del bebé a través de severas quemaduras. 

El procedimiento no terminó con la expulsión de un feto muerto de tres meses --como creían los que hicieron la operación abortiva-- sino en el nacimiento de una niña agonizante a los siete meses de su gestación. Una enfermera se apiadó de ella y en un hospital cercano salvaron su vida. 

La segunda es la historia de Sara Smith, cuya madre --esposa de un pastor protestante--, decidió terminar con su sexto embarazo en una clínica de California. Ni los «médicos» ni la madre sabían que en el vientre llevaba dos niños --un varón y una mujer-- y que el procedimiento sólo acabó con uno- -Andrew James--, dejando con vida a su hija Sarah, que hoy tiene 30 años de edad. 

El tercer capítulo está dedicado a la «decana» de las sobrevivientes del aborto: Audrey Frank. Sobrevivió al intento de aborto de su madre, mucho antes que el aborto fuera legal en Estados Unidos y nunca había querido, hasta ahora, contar su historia fuera de las limitadas audiencias con las que su actual trabajo pastoral la pone en contacto. 

Finalmente, el cuarto capítulo lo protagoniza Bridget Hooker. Su madre intentó abortarla en 5 ocasiones con la inyección de un compuesto químico con la hormona Pitocin. Bridget nació en febrero de 1965 sin ningún problema de salud y con muchos deseos de vivir. Su profunda fe la ha ayudado a enfrentar su historia y soportar un arduo proceso de reconciliación con su madre. 

«En cada uno de los relatos, como en los diversos matices del arco iris, brillan características diversas que hacen de estas historias verdaderas epopeyas domésticas. Todas ellas, como un único haz de luz, irradian un profundo amor a la vida. Su lectura no le dejará indiferente», indican los editores. 

«Yo sobreviví a un aborto» ya está a la venta en España. En América Latina, el libro puede ser adquirido en las principales tiendas de libros y en grandes librerías religiosas como Paulinas y Paulinos. 

«Yo sobreviví a un aborto» se puede comprar en Internet en la biblioteca Bol: www.es.bol.com


Introducción

Cuán controvertido y cargado ideológicamente es el tema del aborto lo demostró una simple fotografía que, a fines de 1999, enfrentó al excéntrico periodista de Internet Matt Drudge con la poderosa cadena Fox, del magnate de los medios Rupert Murdoch.

Drudge, un convencido defensor del derecho a la vida, había decidido abrir la primera secuencia de su programa de noticias en Fox con la espectacular fotografía -hoy mundialmente conocida- que muestra la mano de un bebé de 21 semanas de gestación operado de "spina bifida" en el útero de su madre, que desde el vientre materno toma el dedo del cirujano que lo interviene.

Los directivos de Fox, que habían permitido que Drudge dijera de todo en su programa, incluyendo los detalles más salaces de la relación entre el Presidente Bill Clinton y Mónica Lewinsky, prohibieron tajantemente que el periodista exhibiera la foto. Según los directivos, la fotografía se prestaba a "confusión", porque se trataba de una intervención de un no nacido para curarlo de un caso de "spina bífida", mientras que Drudge pensaba hacer un "uso indebido" al presentarla como un testimonio a favor de la vida y en contra del aborto.

Drudge abandonó el set enfurecido, dejando a Fox sin programa y acusando a los directivos de practicar "pura y simple censura". "Yo expliqué que dejaría en claro de qué cosa se trataba la fotografía, pero que quería usarla como respaldo dramático para demostrar hasta qué punto un feto de 21 semanas está desarrollado". "Si hubiera mostrado la foto de un huevo de águila con el pollo asomando una pata, no me hubieran hecho ninguna crítica". "El problema es que se trata de un ser humano", dijo Drudge.

Y es precisamente ese factor, el factor humano, el que más ha sido dejado de lado en un debate que cada vez más parece convertirse en un conflicto ideológico, cuando no en una simple batalla por ganar posiciones estratégicas.

Y así, todo lo que asocia el tema del aborto con lo humano, se volatiliza ante el uso de eufemismos: lo que en la realidad es un aborto, se llama "interrupción voluntaria del embarazo", lo que en verdad es un niño por nacer se denomina "producto de la concepción", y lo que en el mundo real es una campaña para promover el aborto se llama "campaña de salud reproductiva".

David Shaw, un periodista de Los Angeles Times -un diario que jamás podría ser descrito como pro-vida-, expuso con admirable objetividad la manera como los medios masivos más importantes de Estados Unidos -y esto podría aplicarse a otros países- contribuían esta desaparición del factor humano en la manera de cubrir el tema del aborto.

En una saga periodística de cuatro primeras planas sucesivas, Shaw reveló cómo este manejo del lenguaje no es casualidad: "la semántica es el arma con que desarrollaremos esta guerra civil", dice -citada por Shaw- Ellen Goodman, famosa comentarista periodística partidaria del aborto. Y según Hal Bruno, exdirector político del noticiero ABC News, el terreno ganado por los partidarios del aborto es fruto de "un manejo más inteligente y agresivo de la estrategia de comunicación". Un solo ejemplo: apenas se hizo pública la "enmienda Webster" de la Corte Suprema –permitiendo la limitación del aborto por parte de los estados-, los pro-abortistas convocaron a una "reunión urgente" con 17 editores de revistas femeninas para "coordinar juntas" la "protección del derecho al aborto".

En esta estrategia, explica Shaw, "no es sorprendente que los activistas a favor del aborto vean a los periodistas como sus aliados naturales". Y es que entre el 80 y 90% de los periodistas norteamericanos, según encuestas de dos importantes medios masivos, se confiesen favorables al aborto. "Oponerse al aborto es, para la gran mayoría de periodistas, una posición ilegítima e incivil en nuestra sociedad", afirma Ethan Bronner, reportero de asuntos legales del Boston Globe.

El favoritismo de los periodistas norteamericanos permite a los abortistas contar no sólo con un eficaz instrumento de propaganda, sino también encubrir muchos acontecimientos desfavorables: así prácticamente ningún medio importante de Estados Unidos le prestó importancia al descubrimiento de Bob Woodward, el famoso periodista del Washington Post, de que dos jueces que habían jugado un papel fundamental en la legalización del aborto, habían declarado posteriormente que la Corte Suprema se había excedido en su función al aprobar el aborto. ¿Por qué la desatención a una noticia tan importante? "Hay mucha gente en los medios de información que está de acuerdo con la aprobación del aborto y que no quiere saber ‘cómo se preparó el chorizo’", explica Woodward.

Shaw observaba también cómo en sutilezas de lenguaje, se filtran criterios favorables al aborto. Tradicionalmente, los medios han llamado a las organizaciones o personas por los nombres que éstos escogen para sí: "gays" a los homosexuales, "Mohammed Alí" a Cassius Clay, etc. En el caso del aborto, los que están a favor han pedido ser llamados "pro-choice" –pro libre elección-, los que están en contra han pedido ser llamados "pro-vida". Los abortistas han sido llamados "pro-choice"…pero los pro-vida no son llamados así. Los periodistas afirman que el término "pro-vida" "es demasiado cargado de contenido y deja a los otros como si fueran ‘anti-vida’ o ‘pro muerte’’’; pero Shaw se pregunta si el término "pro-choice" no está igualmente cargado de sentido.

Es precisamente en medio de este escenario donde aparece, como una flor a la vez tierna y poderosa, la importancia, la belleza y la fuerza del testimonio de los sobrevivientes del aborto.

Para sorpresa de muchos, los sobrevivientes del aborto no son pocos. Por supuesto, son una cantidad tan ínfima respecto de los millones de niños abortados por año, que su sola existencia raya con lo milagroso. Sin embargo, son los suficientes como para convertirse en una suerte de pequeño y eficaz pelotón cuya sola existencia es un alegato a favor del derecho a la vida del no nacido.

Pero como si el solo hecho de existir no bastara; sus vidas además, están cargadas de episodios sorprendentes y hasta de aventuras que transmiten un mensaje claro y conmovedor, cargado de respuestas para muchas interrogantes sobre la vida y su sentido.

Una parte de ese pelotón, cuatro mujeres de vida sencilla y a la vez excepcional, pasan por estas páginas para compartir este testimonio lleno de esperanza.

Bienvenidos a las vidas de Gianna Jessen, Sara Smith, Audrey Frank y Bridget Hooker.

Lea extractos de los capítulos:


  1. La Historia de Gianna Jessen
  2. El Testimonio de Sarah Smith
  3. Habla la "decana": Audrey Frank
  4. La Historia de Bridget Hooker



                                                                Buscando a Gianna



"Hola, haz llamado a ‘Alive! Ministries’ (Apostolado ‘¡Con vida!’). Si dejas tu número de teléfono al escuchar la señal, te devolveremos la llamada tan pronto sea posible".
No es fácil comunicarse con Gianna Jessen. Los números de teléfono disponibles, o conducen a una compañía de representantes o directamente a la grabación de ‘Alive! Ministries’. La voz pausada, leve, es la de Gianna.
Gianna se toma su tiempo para devolver las llamadas. Y es que, pese a que la joven de rostro pálido y sonrisa rápida es alegre, bromista y extrovertida con los suyos; es prudente y casi tímida con la gente de la prensa.
Alguien alguna vez comentó que esta prudencia se debe tal vez a que las secuelas de su palasia cerebral –que incluyen una nada leve cojera- la hacen insegura; pero esa es una hipótesis difícil de admitir para cualquiera que ha visto la seguridad y humor con los que esta frágil mujercita sobreviviente de un aborto enfrenta auditorios de todo tipo alrededor del mundo.
Más plausible parece ser la hipótesis de quienes sostienen que Gianna debe filtrar sus llamadas porque, junto con las multitudinarias muestras de admiración, también ha sabido atraer oscuros e inimaginables odios de quienes defienden el aborto. Que esa sea la razón por la cual no contesta directamente el teléfono es solo una hipótesis, y no algo que Gianna diga de sí. Sin embargo, que hay personas que tienen un encono contra ella no es una hipótesis. Es una increíble realidad.
¿Cómo es posible que esta mujer con cara de niña y andar frágil, que ha convertido su vida en un testimonio a favor de la vida, desde cómo sobrevivió a un aborto, cómo perdonó a su madre biológica y cómo comprende a las mujeres que abortan, pueda atraer el odio de alguna gente? Difícil saberlo. Los teólogos dirían simplemente "mysterium iniquitatis", el misterio de la iniquidad. Para un periodista, simplemente no hay explicación.
Pero los insultos, las burlas, los gritos furiosos y hasta las amenazas que ha enfrentado Gianna en su vida pública no son una invención. Ni han abundado, ni han sido parte importante de su vida, es cierto, pero están allí, concretos, con su misteriosa y oscura presencia.
Gianna no pretende llevar estos episodios de su vida de imparable promotora de la vida, ni como cicatrices ni como condecoraciones... pero si una máquina contestadora puede ahorrarle algunos encuentros con ese mundo de mezquindad, a buena hora... Aunque eso haya influido en que fueren necesarias seis semanas y más de 50 llamadas para ponerse en contacto con ella.

Una sobreviviente ante el Congreso

"Mi nombre es Gianna Jessen. Tengo 19 años de edad. Soy originaria de California pero ahora vivo en la ciudad de Franklin, en Tennessee. Soy adoptada y sufro de Palasia Cerebral".
Alguien dijo alguna vez que la escena que sirvió de marco para estas palabras se prestaba para un remake contemporáneo de "Daniel ante el Foso de los Leones". Una exageración, sin duda, pero no una invención. La que hablaba era una Gianna Jessen que aparecía demasiado pequeña, demasiado leve frente al micrófono que amplificaba su voz -en la primavera de 1986- ante el Subcomité de Constitución del Congreso más poderoso del mundo en la ciudad de Washington D.C.
Pequeña, pero ni temblorosa ni insegura. Ya no era la Gianna que a los 14 años acabó su presentación ante un Comité similar en California temblando y al borde del llanto, en medio de las burlas vociferantes de un contingente de abortistas, tal vez prometiéndose no volver más a un estrado. Gianna sonaba ahora serena, firme y hasta bromista, dispuesta a contar su increíble historia.
"Mi madre biológica tenía 17 años y 7 meses y medio de embarazo cuando decidió abortarme por el proceso de inyección salina. Yo soy la persona que ella abortó. Viví en vez de morir", siguió el testimonio de Gianna ante el Congreso. ¿Cómo apretar una vida tan peculiar, tan llena de sorprendentes giros, en una exposición de breves minutos? Eso es lo que Gianna intentaba hacer en el corto tiempo que le había concedido el Comité para que diera su testimonio. Un testimonio que, si producía el efecto deseado en los congresistas, podía llevar a una legislación que salvara la vida de cientos de miles de niños en los vientres maternos.
"Mi madre estaba en la clínica y programaron el aborto a las 9 de la manaña -siguió Gianna con su relato-. Afortunadamente para mí, el abortista no estaba en la clínica al yo nacer a las 6 de la manaña del 6 de Abril de 1977. Me apresuré. Estoy segura que si él hubiera estado allí, yo no estaría aquí hoy, ya que su trabajo es terminar la vida, no sostenerla. Hay quien dice que soy un ‘aborto fracasado’, el resultado de un trabajo mal hecho", dijo Gianna.

Una mujer confundida

Gianna, por razones de tiempo y de política, se veía obligada a sintetizar al máximo su testimonio ante el congreso, pero si hubiera podido contar todo con calma, hubiera relatado con todos sus detalles su conmovedora y sorprendente historia. Y es que la historia de Gianna, la historia de una vida con un final feliz, comienza con un largo capítulo triste, sin el cual hoy sería imposible comprender su vida y su propio compromiso a favor de la vida: la historia de Tina.
La vida de Tina, la madre biológica de Gianna, no sería hoy conocida si no fuera por la tenacidad de Jessica Shaver, una reportera pro-vida norteamericana que no quiso concluir la primera biografía de Gianna -un inspirador libro titulado "Gianna: Abortada… y vivió para contarlo" sin contar con todas las piezas del rompecabezas. Y para dar con la madre biológica de Gianna –la pieza clave que Shaver no quiso dejar de lado en su reconstrucción biográfica-, no dudó en contratar a un veterano investigador privado para reconstruir pacientemente la azarosa vida de la joven de 17 años que en abril de 1977, confundida y aletargada, llegó a una ciudad de Los Angeles amenazadora e iridiscente para hacerse un aborto que, de haber concluido como estaba previsto -y como concluyen la inmensa mayoría de los abortos- hoy nadie podría contar la historia de Gianna.
Tras un paciente trabajo, y cuando parecía que era imposible encontrar la aguja llamada Tina en la inmensidad del pajar norteamericano, en marzo de 1992, el investigador privado se comunicó con Shaver para darle la buena noticia, a la que la periodista casi había renunciado: había encontrado a Tina. Más aún, no sólo la había hallado, sino que actualmente estaba casada, recordaba todo lo acontecido aquel día del aborto y tras algunos momentos de duda y confusión, había aceptado llamar a Shaver y concertar una cita para aportar su propio lado, el lado faltante del inicio de la historia de Gianna y de las "razones" por las que estuvo a punto de perder la vida.
Pero la periodista sólo pudo escuchar la tremenda historia de Tina en abril de 1993, cuando ésta llamó a Shaver para decirle, no sin temor, que se sentía lista para contar su historia.
Ambas mujeres se encontraron en un restaurante de la popular cadenaDenny’s y en medio del provocativo olor de patatas fritas, la oculta historia de Tina fue, poco a poco, saliendo a la luz.




                                                              Una lápida sin cuerpo

Sarah Smith - superviviente del aborto







El cementerio de Irvine, en el estado norteamericano de California, es famoso no sólo por su belleza y su ambiente radiante y apacible, sino también porque algunas estrellas de Hollywood, como John Wayne, están enterradas allí.
Entre los imponentes bultos funerarios y las lápidas de hombres famosos, muy pocos de los esporádicos visitantes reparan en una sencilla placa de metal que, para quien no la busca deliberadamente, podría pasar desapercibida. La pequeña plancha opaca está colocada a ras de la tierra, rodeada por el extenso y verde pasto que alfombra todo el campo santo y lleva un texto que dice:

ANDREW JAMES SMITH
Hermano mellizo de Sarah
"En nuestros corazones tú siempre estarás vivo"
NOVIEMBRE 1970

Pero no sólo es la escueta sencillez de la frase lo que distingue a la pequeña placa metálica de las demás lápidas de piedra. En efecto, a diferencia de todos los demás bultos, debajo de ella no hay nada más que tierra, pues nadie sabe dónde fue a parar el diminuto cuerpo sin vida de Andrew James Smith en Noviembre 1970, la fecha en que Betty Smith, madre de cinco hijos, decidió recurrir a un aborto para acabar con su sexto embarazo.
Betty no sabía que en el vientre llevaba dos niños –un varón y una mujer- y que el procedimiento sólo acabaría con uno –Andrew James-, dejando con vida -y más tarde, dando a luz a quien hoy es una de las más elocuentes sobrevivientes del aborto: Sarah Ruth Smith.

Una ficha y una historia

La enfermera de aquel frío e impersonal hospital californiano pasó mecánicamente la ficha médica con los datos de la paciente a un doctor no menos indiferente. En la ficha era posible leer:
Noviembre 1970
Datos: Sexo Femenino, edad 35, madre de 5 niños de 16, 14, 12, 10 y 9 años.
Ocupación: empleada del Hospital Ward. Casada hace 17 años.
Ocupación del esposo: Pastor evangélico
Problema: Irregularidad/ ausencia de período menstrual
El doctor, que conocía a la paciente y a su familia, no necesitó mucha más información para llegar a una conclusión sobre el "caso" que tenía al frente. Así que, tras apenas un rápido auscultar del vientre de la paciente y unas cuantas preguntas, pronunció la frase que nunca dejaba de decir en aquellas circunstancias: "¡Felicitaciones, Betty, el sexto está en camino!"
Pero la respuesta de la paciente embarazada, esta vez, no fue la misma que en anteriores ocasiones.
- "Yo quiero un aborto", dijo Betty, hablando como una autómata y a pesar que el aborto aún era ilegal en Estados Unidos.
- "No hay problema, Betty" respondió el doctor, sin variar un ápice la misma voz zalamera con la que segundos antes la había felicitado por la nueva vida en camino.
Con el paso del tiempo, Betty se ha hecho la misma pregunta que muchos le harían en las numerosas conferencias y presentaciones públicas a las que acompaña casi siempre a su hija Sarah: ¿Cómo la esposa de un Ministro protestante podía recurrir a un aborto sin casi dudarlo?
La misma pregunta se la hizo algunos años atrás la revista pro-vida "Life Advocate" en el marco de un reportaje a ella y a su hija. Betty explicó allí cómo la ignorancia y la presión social se confabularon en su vida para inducirla a tomar la terrible decisión que más le pesaría en su vida.
En aquel momento crítico del embarazo, con una nueva vida en camino, Betty, en vez de considerar esta circunstancia como una bendición, tal como le decía su formación cristiana, veía en su fecundidad un motivo de vergüenza y hasta de profunda irritación. A este sentimiento contribuía no poco la presión de su entorno, que paradójicamente, incluía a las esposas de algunos pastores y otras personas vinculadas a la vida de la comunidad cristiana.
"Con frecuencia me llamaban ‘coneja’", cuenta Betty. "El sobrenombre me lo habían puesto cristianos; pastores amigos y sus esposas y miembros del templo; creyentes", añade, no con tono de censura, sino de pena. "Yo me sentía avergonzada y culpable, tanto así, que en algún momento llegué a pensar que había hecho algo malo al dar a luz a mis niños".
En efecto, cada embarazo para Betty había sido un verdadero suplicio. Después del segundo hijo, cada vez que el vientre volvía a abultarse con una nueva criatura en camino, los amigos y vecinos la miraban con ojos entre compasivos y socarrones.
Pero aún más que las burlas y los comentarios irónicos indirectos a media voz, a Betty le aterrorizaba la idea de morir dando a luz; un temor que ella adjudicaba a un trauma de infancia: "Mi madre murió al darme a luz –relata Betty a Life Advocate- y, esa pequeña niña que es parte de mí, siempre creyó que yo era una asesina por matarla". "Subconscientemente, en retrospectiva, yo creo que estaba atemorizada porque creía que iba a morir al dar a luz, igual que mi madre", recuerda.
Betty había tenido cinco hijos en un lapso de siete años, pero ya habían pasado casi 10 años desde su último embarazo –el mayor de sus hijos tenía 17 años- y hacía pocos meses finalmente había logrado encontrar un buen empleo como asistente de enfermería en el Hospital Ward. El nuevo trabajo había caído como una verdadera bendición para la extensa familia que debía sostenerse con los magros ingresos del ministro protestante de una comunidad no muy extensa.
Por eso, cuando los indicios de su inesperado sexto embarazo comenzaron a hacerse evidentes, y sus colegas en el hospital comenzaron con las bromas respecto de su "ritmo imparable" de dar a luz, Betty no dudó un segundo en prometer con una firmeza furiosa: "yo NO voy a tener otro hijo".
Recordando aquel momento de frustración, miedo y enceguecimiento, Betty no puede sino compararse a una situación desesperada. "Te sientes que estás en un elevador que de pronto se atraca y, en la desesperación, buscas una salida. Y la única que te señalan es una que tiene un gran letrero rojo que dice ‘aborto’", dice.
No se presentaban, entonces, muchas opciones, o por lo menos, así le parecía a Betty en aquel estado de ánimo y sintiéndose sometida a la presión de su entorno. Una presión enemiga de la vida que Betty y Sarah ven repetirse con igual o mayor intensidad hoy no sólo alrededor de las jóvenes solteras embarazadas sino incluso frente a las madres que cometen el "pecado" cultural de señalar que les gustaría tener una familia numerosa.
Además, la convencida decisión de Betty de hacerse un aborto no sólo venía de la rabia frente a las burlas y al repetido apodo de "coneja" que volvía a flotar en el ambiente en torno suyo. Se remontaba también a una lúgubre promesa que se había hecho casi diez años atrás, cuando tenía ocho meses y medio de embarazo de su quinto hijo.
"Otra Navidad estaba transcurriendo conmigo en cinta, embarazada, incapaz de trabajar fuera de casa", recuerda Betty. "Viviendo de un salario reducido de pastor protestante, éramos incapaces de tener medios para hacer frente a muchas cosas, y yo temía que Dios no quisiera satisfacer nuestras necesidades. Fue entonces que hice la promesa de que mis hijos nunca más volverían a verse privados o frustrados a causa de mi embarazo", cuenta hoy.
La promesa, en principio, se refería a no salir nuevamente embarazada. Pero con el nuevo embarazo, confundida y presionada, decidió mantener la palabra de entonces, incluso al costo de abortar.
Así, un jueves, aprovechando el feriado del día de Acción de Gracias que celebran en Estados Unidos a fines noviembre -paradójicamente, para dar gracias a Dios por la abundancia y la fecundidad de la tierra norteamericana-, el esposo de Betty explicó a sus hijos que mamá tenía que ir a la clínica para una "pequeña intervención", y luego, después de comer, condujo a Betty al hospital donde, con toda naturalidad, realizaban un acto que era entonces ilegal. Casi sin darse cuenta, Betty se descubrió a sí misma sola, de pie en la fría sala de recibo de la clínica, con una pequeña y vetusta maleta que contenía sus artículos personales.
Betty entró a la habitación que le asignaron, se puso el camisón de hospital que trajeron las enfermeras y, con ansiedad, buscó tres pequeñas cruces entre sus artículos personales, que luego pegó firmemente en el camisón. "Las enfermeras me prometieron que podría llevarlas puesta durante la cirugía y yo sentí que ya estaba lista".
Betty recuerda que camino a la sala de cirugía, "alguien me contó que dos mujeres habían dado marcha atrás y se habían ido a casa". El testimonio de las "arrepentidas" tocó cuerdas dolorosas en el fondo de su alma, y no ayudó en nada a tranquilizar su conciencia sobre la decisión que estaba tomando…pero ella no estaba dispuesta a dar el paso atrás. Aunque algo le decía por dentro que estaba mal lo que hacía, que no se trataba "simplemente de eliminar un tejido" como le repetían una y otra vez quienes la alentaban al aborto, Betty no estaba dispuesta a cambiar de decisión respecto del destino de la vida que estaba en camino en su vientre. Ella se lo había prometido a sí misma y de alguna forma, se lo había prometido también a quienes se burlaban de ella, a quienes la llamaban coneja... Y ella estaba dispuesta a pagar el alto precio de "demostrar" que no era una coneja, que era también una mujer "moderna".
Hace algunos años, hablando con el periodista de Life Advocate, Betty quedó pensativa, al contar su historia, y reflexionó sobre el significado que, de pronto, tenían para ella las tres cruces que adhirió a su camisón. "Tres cruces, igual que en el Calvario", reflexionó. "Otras dos mujeres rescataron a sus bebés diciendo ‘no’, y yo, pude haber sido la tercera. ¡Ay! tal vez Dios estaba tratando de decirme algo con aquellas cruces", decía en la entrevista, evidenciando el dolor que aún le producía en la memoria aquel momento de decisiones y oportunidades perdidas.
Pero Betty recuerda que en el momento en que se enteró de las dos "acobardadas", como queriendo evitar nuevas deserciones o mayores dudas entre sus pacientes -o habría que decir más bien clientes-, los médicos y enfermeras del establecimiento se apuraron en hablar insistentemente en jerga médica, de tal manera que el acontecimiento del aborto, con su verdadero significado, quedara silenciado por la sordina de lo leve.
Betty recuerda, en efecto, que los médicos hablaban de un "feto", de un "tejido sin valor" que sólo podía ser considerado como "viable" cuando cumpliera los cinco meses en el vientre. "Se referían a ello como si se tratara nada más que de un ‘pedazo de carne’", recuerda Betty. Y es que ella no había visto nunca ecografías, no se había hecho registros de ultrasonido, en suma, no había contado con las pruebas científicas que hoy evidencian la verdad: que un no-nacido es un ser independiente desde el momento mismo de su concepción.
Pese a las explicaciones, la conciencia de Betty no se quedaba tranquila con el cuento de que el aborto no era más que una cirugía "cosmética", algo así como la extracción de una protuberancia incómoda y fea. Pero Betty, igual, cruzó el umbral de la sala de operaciones… y las puertas se cerraron detrás de ella para llevar a cabo aquella decisión sin vuelta atrás.
Tras la operación, cuyas características han quedado como borrosas en la memoria, Betty recuerda haber sostenido una extraña conversación, que se produjo cuando se encontraba aún bajo los efectos del sedante. "Ahora recuerdo, años después del nacimiento de Sarah, la voz suave pero clara de una mujer que me habló, desde la profunda oscuridad y el vacío del cuarto de recuperación, momentos después del aborto", dice Betty.
Se trataba de una voz que quería ser cálida y cordial, de una mujer que parecía buscar en la conversación un vehículo para hacer pasar ese momento de extraña tristeza. "¿Tiene usted otros niños?" preguntó la voz.
"Me acuerdo –continúa Betty- que le respondí con balbuceos, casi incoherentemente, tratando de contarle a esa voz femenina sin rostro, cuán maravillosos eran cada uno de mis cinco niños en casa".
No fue hasta mucho tiempo después que Betty, repitiéndose las inolvidables palabras de aquella mujer, que sólo podía ser una enfermera –las únicas autorizadas a ingresar a la sala de recuperación- se quedó atónita. "las palabras ‘otros niños’ me indicaron que ella y el doctor sabían que habían sacado a una criatura fuera de mí". Betty, en el simple desliz de la enfermera de preguntar por "otros niños", y no simplemente por "niños", comprendió el abismo de diferencia que existía entre lo que había hecho -eliminar la vida de un hijo- y lo que los médicos y enfermeras decían antes del aborto, que se trataba simplemente de un "tejido" sin valor.

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CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

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"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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